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Sylvia Plath, poetisa norteamericana |
Nacida
en el barrio de Jamaica Plain, de Boston, EE.UU., el 27 de octubre de 1932. Hija de un
profesor de universidad, considerado un experto en el área de la entomología
que falleció en 1940, cuando Sylvia contaba sólo ocho años, muerte que la
traumatizó.
Desde
muy pequeña, Silvia demostró sus capacidades poéticas, escribiendo a los 8 años
su primer poema. Al fallecimiento de su padre siguió con su actividad poética,
publicando poemas y cuentos en varias revistas estadounidenses lo que le
proporcionó una cierta popularidad.
Su
inestabilidad nerviosa la llevó a cometer su primer intento de suicidio cuando
era estudiante en la Universidad Smith College (Massachusetts). De su afección
psicológica fue tratada en el Hospital McLean. Tras el tratamiento recibido
tuvo una evidente mejoría y pudo graduarse con honores académicos en 1955.
Marchó
a la Universidad de Cambridge, después de obtener una beca Fulbright, y allí
continuó con su actividad de creación poética, publicando ocasionalmente sus
trabajos en la publicación universitaria Varsity.
En dicha Universidad conoció al que sería después su marido, el poeta
inglés Ted Hughes, con el que contrajo matrimonio el 16 de junio de 1956.
El
matrimonio se instaló en Massachusetts (Estados Unidos) en 1957, y residieron
allí durante más de dos años, en los que Sylvia Plath daba clases en el Smith
College. Más tarde se instalaron en Boston, ciudad en la que Silvia participó
en los seminarios impartidos por Robert Lowell, en los que conoció a Anne
Sexton y que tuvieron una fuerte influencia en su obra.
El
matrimonio volvió al Reino Unido al saber que Silvia estaba embarazada,
residiendo primero en Londres y, más tarde, se instalaron en Nort Tawton, una
pequeña localidad en Devon. Fue allí donde publicó su primer poemario titulado El coloso, en 1960. El embarazo no llegó a su fin, pues abortó en febrero de 1961,
tema al que se refieren algunos de sus poemas posteriores. El matrimonio entró
en crisis y se separó provisionalmente durante menos de dos años después de
tener su primer hijo, por la infidelidad de Hughes con la poetisa Assia Wevill,
aunque también la influencia de Olwyn Hughes, hermana de Hughes, parece que fue
decisiva.
A
raíz de su separación, Silvia volvió a Londres con sus dos hijos, instalándose
en un piso en el que había vivido el famoso poeta W.B. Yeats, cuestión ésta que
la fascinaba y que le parecía un excelente augurio en pleno proceso de
divorcio.
La
separación matrimonial y sus secuelas la desestabilizaron aún más, por lo que
el invierno de 1962 fue especialmente duro para su frágil situación anímica. El
11 de febrero de 1963, sola, desesperada y con escasos recursos económicos, se
suicidó asfixiándose en el horno de la cocina, encendiendo el gas, aunque se
preocupó de que a sus pequeños hijos no les sucediera nada, tapando todas las
rendijas para que no les llegara el gas letal mientras dormían. Sus restos
fueron enterrados en el cementerio de Heptonstall, West Yorshire.
A
pesar de que su inestabilidad mental y nerviosa parecía provenir de la muerte
de su padre de la que nunca se recuperó, sin embargo todo apunta a que padecía
realmente un problema mental tan grave como es el trastorno bipolar que en la
actualidad se trata con éxito con la farmacopea.
La
tragedia parecía no haber terminado con su muerte, porque su hijo, Nicholas
Hughes Plath, fue siempre introvertido y solitario, maníaco depresivo que nunca se casó ni tuvo hijos, por lo que buscó
una vida retirada como profesor en la Universidad de Alaska Fairbanks,
siguiendo la trágica senda suicida de su madre, puso fin a su vida, el 16 de
marzo de 2009, en Alaska, poniendo así en evidencia la triste fatalidad
biológica heredada.
Sylvia
Plath y Anne Sexton, son dos mujeres reconocidas como las principales
exponentes de la poesía confesional, movimiento literario que iniciaron Robert
Lowell y W.D. Snodgrass.
La
obra de Sylvia fue editada a su muerte por su ex marido, Ted Hughes, que se
encargó de supervisar y editar sus manuscritos, aunque destruyó el último
volumen del diario de Plath que hablaba del tiempo que pasaron juntos, lo que
le mereció muchas críticas, especialmente desde el sector feminista.
En
la última recopilación que realizó Hughes de los poemas de Plath, con el título
de Cartas de cumpleaños, éste rompe
su silencio sobre su ex mujer y habla con absoluta franqueza, aunque lo hace
sin un ápice de disculpa por sus opiniones. Hay que destacar las continuas
controversias que ha suscitado la posible influencia de Hughes en la obra de su
esposa, por el que mantuvo siempre una gran admiración como poeta, incluso
después del divorcio.
En
toda la obra de Plath, tanto en El Coloso
(1960), como en Ariel (1965) su mejor poemario que
parece decantarse aún más hacia el confesionismo, se percibe un estilo personalísimo y muy cuidado, además de su
poesía posterior muestra su obsesión por la muerte y un acusado
ensimismamiento. En su novela, La campana
de cristal (1963), publicada con el pseudónimo de Victoria Lewis, y
protagonizada por la joven Esther Greenwood, alter ego de
Sylvia Plath, a través del monólogo interior realiza una sincera descripción de
la depresión y el declive psicológico, y
que por ser una obra semi-autobiográfica, indica que dichos trastornos psicológicos parecen
provenir de la temprana muerte de su padre que nunca superó y también fue
alimentada por los múltiples desengaños y su sempiterna mala relación con los hombres. Aunque dicha obra es una novela,
tiene un ritmo poético y una carga de doloroso cinismo que no deja indiferente.
En
1982, se le otorgó el Premio Pulitzer póstumo por sus Poemas
completos.
La
escritora Sylvia Plath tuvo un
reconocimiento que la mujer no consiguió nunca en su vida personal. Como su
amiga Anne Sexton, con la que hablaba continuamente del suicidio como una
posibilidad que tentaba a ambas, y que siempre estuvieron marcadas por la
temprana muerte de sus progenitores que las dejó al borde del colapso nervioso,
trauma que nunca superaron ninguna de las dos y que arrastraron en sus
continuas depresiones y crisis nerviosas, acrecentadas por su fracaso como
esposas y madres, en sus vidas de mujeres que querían ser reconocidas en los planos
profesionales y personales, consiguiendo sólo en el primero el éxito que en el
segundo se les negaba, en una sociedad tan sumamente clasista y conservadora
como era en la que vivían y que terminó por asfixiarlas con sus convenciones,
prejuicios, tabúes y, especialmente, con la incomprensión de los hombres que
fueron sus compañeros y maridos que terminaron por abandonarlas después de
haberlas humillados con sus infidelidades.
Cuando
ambas eligieron el gas como arma letal -Anne Sexton encendiendo el motor del
coche dentro del garaje cerrado, y Sylvia Plath metiendo la cabeza en el horno
de la cocina-, ya estaban muertas anteriormente, de soledad, desamor y
abandono. El gas sólo fue el anestésico para tanto dolor e impotencia que puso
fin a unas vidas en las que todo parecía invitarlas a morir, entre los aplausos
de sus lectores y la indiferencia de quienes, los más íntimos, no supieron
comprender el enorme caudal de creatividad, imaginación y belleza que ambas
tenían y que terminó por asfixiarlas al ver el contraste que sus pobres vidas
personales les ofrecían.