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domingo, 31 de julio de 2016

Ernest Hemingway, un escritor que vivió intensamente

Ana Alejandre                                                                             
Ernest Hemingway
Siguiendo con el ciclo de los escritores suicidas, Ernest Miller Hemingway (Oak Park 21 de julio de 1899 - Ketchum, Idaho, 2 de julio de 1961), ocupa un puesto principal.  Su obra es un referente obligado dentro de la literatura norteamericana del siglo XX, por su gran influencia en escritores de generaciones siguientes, debida a su estilo inigualable en el que  la sobriedad y concisión tienen un papel relevante; así como por el retrato que hace de la época en la que vivió  y que abarca más de la mitad del pasado siglo. La mayor parte de la obra de Hemingway fue escrita durante las tres décadas que van desde 1920 a 1950.       
Su primer trabajo fue de periodista en el Kansas City Star, al finalizar los estudios secundarios.  Después, en 1918, se alistó voluntario como conductor de ambulancias, durante la I Guerra Mundial, en la que fue gravemente herido, por lo que regresó a su hogar tres meses más tarde, y cuyas experiencias bélicas le sirvieron de inspiración para su novela Adios a las armas, obra que no fue publicada hasta 1929, A partir de entonces, siguió con su trabajo periodístico y fue en 1921, cuando contrajo matrimonio con Hadley Richardson, con quien marchó a París para trabajar allí como corresponsal extranjero.
En París recibió una gran influencia de los artistas de las distintas vanguardias modernistas que formaban parte de la extensa comunidad de exiliados de diferentes países, a cuyo conjunto se le conoce como la Generación Perdida de la década de los 20. Fue entonces cuando conoció a Pablo Ruíz Picasso, James Joyce, Gertrude Stein y Enrad Pound, entre otros muchos nombres famosos. Su primera novela “Fiesta”la publicó en 1926, que cuenta la historia de un grupo de norteamericanos y británicos, miembros de la llamada "generación perdida", que van y vienen sin rumbo fijo por España y Francia. La crítica considera a esta novela como una de las más logradas estilísticamente de este autor.
Después del fracaso de su primer matrimonio que finalizó en divorcio, en 1927,volvió a  contraer segundas nupcias con Pauline Pfeiffer, después del regreso de Hemingway de España, donde había sido corresponsal de guerra durante la Guerra Civil Española desde marzo de 1937, matrimonio que también terminó en una nueva separación, Su corresponsalía era del North American Newspaper Alliance (NANA), y llegó a España acompañado del cineasta holandés Joris Ivens que estaba rodando la película Tierra de España y le había ofrecido a Hemingway que se hiciera cargo del guión, por el abandono de John Dos Passos, después de que los republicanos hubieran detenido y ejecutado a su amigo Rafael Robles, profesor y traductor español, que había traducido a Dos Passos y con el que mantenía una estrecha amistad desde que se conocieron en Madrid, en 1916. Este luctuoso hecho le hizo cambiar su opinión a Dos Passos sobre la facción republicana. A partir de entonces, hubo un gran distanciamiento entre ambos escritores por acusar Hemingway a Dos Passos de haber abandonado España por cobardía.
En 1929 publicó “Adiós a las armas”, una historia sentimental y con trasfondo bélico, situada espacialmente en Italia durante la guerra, inspirada en sus experiencias durante la I Guerra Mundial como camillero.
Durante su estancia en España estuvo acompañado por  la periodista Martha Gellhorn a la que había conocido en la Navidad de 1936, en Cayo Hueso. El conflicto bélico español le inspiró su novela “Por quién doblan las campanas”, novela publicada en 1940 y que obtuvo un gran éxito de ventas y fue llevada al cine. Después de ello, contrajo su tercer matrimonio, esta vez con Martha, tras un doloroso divorcio de su segunda esposa, Pauline, aunque esta nueva unión también estaba abocada al fracaso. Se separaron años más tarde, cuando conoció a Mary Welsh en Londres, durante la Segunda Guerra Mundial. Hemingway asistió como corresponsal al desembarco de Normandía y a la liberación de París.
Además de sus obras ya mencionadas, publico otros títulos que fueron: “Tres relatos y diez poemas2 (1923), “En nuestro tiempo” (1924) y “Hombres sin mujeres” (1927), que comprende el emblemático relato "Los asesinos". En este cuento se advierte el peculiar estilo de Hemingway que tanto influyó en varias generaciones de escritores. Su técnica narrativa se basa en la utilización de diálogos coros que van creando una atmósfera de suspense implícito, pues los hechos narrados no muestran toda la inquietante realidad que subyace oculta debajo de la mera apariencia. El autor definía esta técnica narrativa con el símil del témpano de hielo que sólo deja visible una pequeña parte de su volumen mientras la mayor permanece oculta bajos las aguas.        
Además del cuento mencionado, escribió otros que también consiguieron una gran aceptación por la crítica y el público como son los títulos: "Un lugar limpio y bien iluminado", "La breve vida feliz de Francis Macomber", "Las nieves del Kilimanjaro", "Colinas como elefantes blancos", "Un gato bajo la lluvia" y muchos más. En los relatos mejores de Hemingway se advierte la presencia de un elemento simbólico muy sutil sobre el que está construida la historia ,a modo de metáfora, que el autor va desarrollando en la realidad narrativa.
En su obra se advierte siempre, como telón de fondo, el enfrentamiento de un héroe moderno con la muerte, aunque sometido a un código de honor, por lo que sus protagonistas siempre son hombres  con una vida dura y peligrosa, como son los boxeadores, soldados, toreros, matones, cazadores y, en general, hombres de acción. Por lo tanto, existe en su obra una evidente nota de romanticismo del siglo XX, en el que se conjugan la acción, el amor, el sentido del honor y del deber, el escepticismo y la nostalgia de aquello que quedó atrás, irremediablemente, como puede ser el tiempo pasado y los seres o lugares ya perdidos
Los temas principales en este escritor son la muerte y el amor y, por ende, las mujeres a las que cataloga sólo en dos grupos: las castradoras y las esclavas del amor. Se le acusó durante muchos años de ser un escritor “machista” por su visión de la relación hombre-mujer, con patrones o roles muy definidos y a los que se podría llamar “tópicos”. También se acuso a Hemingway  de homófobo, misógino y racista.
 Los personajes de sus obras, héroes modernos como ya se ha dicho anteriormente, no son seres que aman el riesgo y la muerte per se, sino que el tipo de vida que llevan es una forma solitaria, pura y genuina, de reconocimiento del valor de la vida y, en algunas ocasiones, la muerte es siempre un sacrificio para salvar otras vidas, hecho que redime la propia muerte. Sin embargo, otros personajes de Hemingway ofrecen el contrapunto de este tipo de héroe moderno, encarnados en el antihéroe, del que sirve de ejemplo su famoso personaje Nick Adams, inspirado en la juventud del propio autor. Este aparece en algunos de sus relatos y sirve de nexo de unión entre esas historias diferentes, pero a las que les confiere un hilo narrativo común que las convierte en diferentes episodios de una misma línea argumental.
 Hemingway, en su obra, refleja la influencia del cuento norteamericano del siglo XIX, pero depura esa raíces literarias, dotándolas de una atmósfera de realismo cotidiano, pero también poético, que tuvo una gran influencia en otros escritores que siguieron, más tarde, el camino trazado por Hemingway, como es el caso de R. Carver, entre otros muchos.
 Además de los relatos, Hemingway fue también autor de muchas novelas que son más conocidas que aquellos, aunque se les considera menos conseguidas desde el punto de vista estilístico. Además de las ya mencionadas, escribió “En tener y no tener” (1937), obra en la que critica ferozmente las injusticias sociales y económicas y que fue la única que escribió en la década de los 30.0
 Publicó “El viejo y el mar”,  en 1952, una de las historias más hermosas y conocidas que se han escrito sobre el mar y la lucha del hombre contra este elemento. Su protagonista es un modesto pescador de la Habana, ciudad en la que vivió y escribió muchos años el propio Hemingway, pero también conoció en ella la lucha contra la Naturaleza exuberante del Caribe, pues era aficionado a la pesca y a la caza que practicaba con asiduidad. Tenía un barco con el que le gustaba salir a  navegar y pescar, al que llamaba Pilar.
 El protagonista, Santiago, aunque todo el mundo le llama El viejo, es un pescador de edad avanzada que no ha conseguido pescar nada en 84 días. Un día muy temprano decide salir a pescar al mar en soledad, donde consigue pescar a un enorme pez espada, con el que sostiene, durante tres días, una esforzada y dura batalla para conseguir pescarlo. Durante ese tiempo, Santiago recuerda su vida, especialmente en los años en los que conseguía, sin mayores dificultades, una gran pesca. Recuerda, también, a Manolín, un joven que le ayudaba a pescar hasta que sus padres le prohibieron que saliera a pescar con  El viejo por la larga racha de mala suerte en la que no conseguía pescar nada. Sin embargo, el chico siempre estaba dispuesto a ayudarlo, pues El viejo erá su maestro y quien le enseñó los secretos de la pesca.
 Santiago, cuando ha conseguido pescar al pez espada, lo ata al lado de su barca y lo intenta llevar hasta el puerto, pensando en lo mucho que podrá valer y en la gran cantidad de personas a las que puede alimentar. Pero, la mala suerte se ha cebado de nuevo en él y unos tiburones, atraídos por la sangre de la presa, siguen al bote y terminan devorando un cuarto de pez espada, aunque El viejo puedo matar a uno de ellos. Los tiburones vuelven al ataque y siguen devorando al pez espada y Santiago consigue matar a otros cinco. Cuando llega la noche ya han comido casi toda la carne del pez espada, del que sólo queda la espina dorsal, la cola y la cabeza. Cuando llega a puerto, deja en la orilla su bote con el resto del pescado, mientras se va a su cabaña a descansar por encontrarse agotado, herido y hambriento. Los pescadores y turistas, al día siguiente, quedan asombrados por la enorme dimensión del pez espada del que sólo quedan las espinas. Manolín, al verlo, siente pena por haberlo dejado pescar solo y le promete acompañarle en el futuro, sin  hacer caso de lo que digan sus padres.
 Por esta novela obtuvo, en 1953, el Premio Pulitzer  y el Premio Nobel de Literatura de dicho año por el conjunto de su obra. Algunos estudiosos consideran a esta novela la culminación de la obra de Hemingway, pues en ella se aúnan el humanismo (en cuanto  a la lucha denodada del protagonista para combatir y ganar a  su mala suerte sin escatimar esfuerzo alguno, sobreponiéndose a todos los infortunios) y la sobriedad estilística. Sin embargo, otros críticos piensan que esta no es la mejor obra de este autor, porque en ella se advierte una cierta intencionalidad didáctica.          
Sin embargo, el final de Hemingway fue paralelo al de muchos de sus protagonistas, como otro héroe moderno más.  Al final de su vida llena de aventuras, cuando se sintió cansado, enfermo y profundamente deprimido, se suicidó como lo hicieron algunos de sus personajes: disparándose con una escopeta de caza, herramienta útil para él, tan aficionado a la caza y al contacto con la Naturaleza.
 En la familia de Hemingway ya había antecedentes. Su padre se suicidó y sus dos hermanos, Leicester y Ursula, también lo hicieron después de morir el escritor; así como, treinta y cinco  años más tarde, lo hizo su nieta, Margaux. Parece ser que todos padecían la enfermedad genética llamada hemocromatosis, que es una incapacidad para metabolizar el hierro, lo que provoca un grave deterioro físico y mental. Además, Hemingway había sido un gran bebedor durante toda su vida, lo que le había acarreado un gran número de problemas médicos.
 Su muerte por suicidio, su vida aventurera y su obra de estilo inigualable, lo convirtieron en un  mito de la literatura norteamericana contemporánea, con resonancia en todo el mundo.
Hemingway había declarado muchas veces que su experiencia periodística le había influido en su obra, tanto estilística como estéticamente. Por ello, siempre escribió frases directas, cortas, contundentes y duras, omitiendo todo aquello que no fuera necesario y no significativo.
 Su estilo no sólo influyó en los novelistas de generaciones siguientes, sino también en los reporteros y corresponsales posteriores que tomaron como referente su forma de hacer periodismo.