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Yukio Mishima, escritor japonés |
(Hiraoka Kimitake; Tokio, 1925
- 1970). Escritor japonés, quizás el que ha tenido más reconocimiento en el
extranjero, con una prolífica obra de narrativa, dramaturgia, artículos y
ensayos. Entre su obra se cuentan más de veinte novelas, docenas de obras
teatrales, una gran cantidad de cuentos y poemas, numerosos artículos y varias obras
ensayísticas. Su estilo se caracteriza por hacer un profundo análisis de la
naturaleza humana, especialmente de aquellas zonas más oscuras, donde habitan
las sombras en el corazón del ser humano, en el que anidan las pasiones y las
obsesiones, pero siempre escrito con un lenguaje comedido y delicado en su
expresión.
Aunque era hijo de una familia
de clase media, Mishima afirmaba pertenecer, por sus antepasados, a la clase de
los samurais. Fue criado por su abuela y realizó sus estudios en Gakushuim, la
escuela que estaba reservada a la nobleza, según la tradición.
Su vocación literaria se le
despertó tempranamente, pues escribió su primer cuento a los trece años y, a
los dieciséis, su primer libro de relatos, que fue cuando ingresó en la
Facultad de Derecho, cuyos estudios inició en 1942 y, además de licenciarse,
obtuvo el doctorado en1947. Después de finalizar sus estudios, obtuvo una plaza
como funcionario en el ministerio de finanzas japonés, pero abandonó poco
después dicho puesto para dedicarse plenamente a la literatura,
Además de sus estudios, durante la Ii Guerra
Mundial trabajó en una fábrica aeronáutica, después de que le rechazaron como
piloto suicida (“kamikaze”). Para él fue traumático la pérdida de tantos
compatriotas en la guerra y su propia supervivencia en contraposición, cuyo
doloroso recuerdo le acompañó toda su vida.
Escribió relatos cortos que le
valieron el apoyo y la admiración del que sería el futuro Premio Nobel,
Yasunari Kawabata, relatos que fueron publicados, gracias a la mediación de
este último, en la publicación “Ningen”.
Su primera novela, a la que se
considera como una de sus mejores obras y que tiene evidentes referencias
autobiográficas, fue “Confesiones de una máscara” (1949). Este título tuvo un
gran éxito desde el primer momento y le consagró como novelista. A pesar
del éxito obtenido por esta obra, tuvo también algunos juicios no tan favorables
por parte de algunos críticos, por el tema tan infrecuente y poco ortodoxo de
la novela, pues el protagonista confiesa su homosexualidad. que suponía algo
completamente novedoso en el panorama de la literatura japonesa. “Confesiones
de una máscara” es la narración del camino interior del protagonista, desde
la primera infancia hasta la adolescencia, a través de los recuerdos y del
proceso de aceptación, lento pero asumido, de su propia diferencia en cuanto a
su tendencia sexual, así como de su incapacidad absoluta de amar a una mujer,
lo que intento infructuosamente hasta llevarlo al límite.
Su obra se caracteriza por su
capacidad para analizar, en todos los registros, el proceso de formación de la
propia personalidad y el sufrimiento que proporciona la lucha interna entre el
deseo y el rechazo, la belleza y la violencia,
Después de viajar por Europa y
el continente americano, Mishima, aún siendo bisexual, contrajo matrimonio con
Yoko Sugiyama, hija de un famoso pintor japonés, en el año 1958, Tuvieron dos
hijos. Su esposa pidió el divorcio en 1962.
Mishima era un apasionado
defensor de las costumbres de su país y asiduo practicante de las artes
marciales, llegando a ser un experto en kendo. También, fue adepto al culto al
cuerpo, lo que le llevó a practicar el bodybuilding.
Mishima estuvo muy
influenciado por el Nihon romanha,
(romanticismo japonés), que ensalzaba la unidad del Japón y sus
tradiciones y valores culturales. Esto servía de apoyo a la ideología
nacionalista y fue la influencia dominante en la literatura durante los años de
la II Guerra Mundial. No sólo recibió esa influencia, sino también la de la
literatura occidental moderna, a la que dedicó muchas horas de lectura y
análisis. Durante los años de la contienda, escribió su primera narración
extensa como fue “El bosque en flor” (1941), “El cigarrillo”
(1946), “Ladrones” (1946-48) y otras que escribió en dicho período
bélico y en los años siguientes, Todas ellas estaban marcadas porque su
temática era completamente ajena a la realidad que vivía el Japón y a su
trágica derrota.
Siempre buscó en la literatura
clásica japonesa una fuente de inspiración inagotable, por lo que escribió, en
clave actual, la recreación de algunos dramas, pero, como ya se ha dicho antes,
se sintió muy interesado por los valores estéticos del clasicismo occidental
“El pabellón de oro” (1956) fue su obra
de mayor éxito en la década de los cincuenta. Su protagonista es un joven monje
que se siente subyugado por la belleza de un famoso templo budista y, al mismo
tiempo, agobiado por la propia belleza magnificente.
Fue a partir de los años
sesenta, cuando Mishima es contemplado en su doble faceta de personalidad: el
hombre de acción que se apoya en el convencimiento de que a la verdad se puede
llegar solo a través de la idea
intuitiva de que pensamiento y acción no son dos aspectos distintos, sino
complementarios. Para él, el más claro ejemplo de esa verdad eran los samurais,
que aunaban en su vida la acción y la síntesis de los valores más genuinos y
auténticos de la cultura y tradición japonesas. Esto le llevó a escribir “El
camino del samurai” Y “En defensa de la cultura” (1968). Mishima se
convierte así en el adalid de la necesidad de volver a los valores de la cultura
nipona prebélica y militarista.
Sufrió una gran decepción, en
1968, al ver la actitud sociocultural de sus compatriotas. Eso le llevó a
formar una milicia llamada Tate No Kai o “Sociedad del Escudo”, que era una
comunidad al estilo de vida de los samurais, con la que pretendía recobrar las
raíces niponas más genuinas y tradicionales, como una ofrenda de respeto a su
propio país.
Al ver la pasividad e
indiferencia de otros intelectuales ante la pérdida de los valores del Japón
que eran su seña de identidad, se sintió muy afectado y calificó a dicha
actitud de fría indiferencia, como “el mayor enemigo dentro de la nación”, llamándoles
desarraigados, antipatriotas, cobardes y presuntuosos, entre otros
descalificativos.
Todo ello unido a la
obsesión que sentía por la decadencia física y su idea esteticista y masoquista
del heroísmo, le llevo a practicar artes marciales y halterofilia, a partir de
1955, además de recibir adiestramiento
militar en la base de Sietai, junto a un grupo de estudiantes universitarios.
También, comenzó a llevar una vida caótica y turbulenta, en la que predominaban
sus posturas extremas, además de su convencida actitud misógina.
A pesar de su
decepción, no dejó es escribir en ningún momento. Después de la posguerra,
publicó una gran cantidad de novelas entre las que se encuentran, además de los
ya citados, los títulos “El color prohibido “(1951), “La
muerte de la mitad del verano” (1953), “La voz de la onda” (1954), “El
sabor de la gloria” (1963) y “Sed de amor (1964). Su
novela “Después del banquete” (1960) fue una de sus obras de más
éxito. Posteriormente, escribió Patriotismo (1961) y “Muerte
en la tarde y otros cuentos” (1971), recopilación de sus relatos más
cortos que expresan su nostalgia por una época en la que aún se podía morir en
de defensa de nobles ideales. En esos años escribió las obras de teatro
“Madame de Sade” (1965) y “Mi amigo Hitler” (1968)
Sin embargo, su obra maestra es la tetralogía que componen los títulos “Nieve de primavera” (1966), “Caballos desbocados” (1968) “El templo de la aurora” (1970) y “La corrupción de un ángel” (1970), esta última la finalizó el mismo día de su suicidio. Todas estas obras representan la reencarnación de un mismo ser humano. La primera en un joven aristócrata, la segunda en un político fanático de la década de los treinta; la tercera, como una princesa thai y, por último, en un malvado huérfano de la década de los sesenta. El conjunto de esta obra representa una crítica a la sociedad japonesa por su abulia en no seguir las tradiciones ancestrales del país, lo que la convierte en una historia épíca del Japón moderno y de espaldas a su tradición.
Una de sus preocupaciones más
importantes fue la creciente e imparable occidentalización del Japón, fenómeno
al que asistía desde el más evidente pesimismo y con una actitud crítica y
amarga.
Este cambio cultural era para
él un camino estéril a ninguna parte en un futuro próximo para su país que era
dueño y depositario de una rica y milenaria tradición cultural- Por ello, sus
protagonistas son siempre jóvenes rebeldes, que buscan una pureza utópica
basada en los nobles ideales inspirados en la tradición nipona. Utuliza en su
escritura los rituales de a vida y la muerte, de transmigración y purificación
del alma que tanta importancia tenía en la rica tradición japonesa. Todo en su
obra está impregnado del profundo amor y respeto a las tradiciones por parte de
este escritor. Por ello, se sublevaba ante una sociedad sumida voluntariamente
en el vacío espiritual y la más absoluta decadencia moral.
Fue en 1968 cuando fundó la
llamada Sociedad del Escudo, a la que se ha hecho mención antes, que era una
organización de carácter paramilitar de jóvenes que estaban defraudados por la
debilidad e ineficacia de las instituciones imperiales y la extrema condescendencia
del ejército nipón, lo que era el mayor acicate para el resurgimiento del
Bushido, el código de honor samurai, según la tradición. Esto le llevó a que
dos años después, ocupo con dicho grupo, pero sin el uso de fuerza ni armas, la
sede del Estado Mayor del Japón, en un intento fallido de lograr el
resurgimiento de los ideales tradicionales heroicos de preguerra.
Ante el fracaso de su pacífico
acto de rebelión ante un estado de cosas que juzgaba inaceptables y lesivas
para su país, se suicidó mediante el rito del seppuku, mientras lanzaba
el grito de “¡Larga vida al emperador!”. Era el 25 de noviembre de 1970. Solo
contaba 45 años de edad y dejaba tras de sí una fructífera obra literaria de la
que habló Yasunari Kuwabata, Premio Nobel de Literatura de 1968, el primer
japonés que lo obtuvo. Del talento narrativo de Mishima dijo: : "No
comprendo cómo me han dado el premio Nobel a mí existiendo Mishima. Un genio
literario como el suyo lo produce la humanidad sólo cada dos o tres siglos.
Tiene un don casi milagroso para las palabras".
El hombre que amaba las
tradiciones y la cultura de su país, el sentido del deber y del honor, el
coraje y la valentía para morir en defensa de ideales nobles, no pudo seguir
viviendo en una sociedad adocenada en la que las tradiciones ancestrales han
sido olvidadas, los valores morales que sustentaban a la sociedad japonesa, en
la que los ideales son una vago recuerdo del pasado, puso fin a su vida como
una llamada de atención y defensa de los ideales que defendía y por lo que
decidió morir, con la mayor prueba de coherencia y lealtad a los mismos.
Esto parece ser la explicación
al enigma del porqué de su suicidio, pero también quedan muchas preguntas sobre
si, en tal terrible decisión, contaba algún otro motivo no dicho que quedaba
para siempre en el secreto de su protagonista que se lo llevó a la muerte. Su
bisexualidad, aunque aceptada por él mismo, no le debió hacer la vida muy fácil
en el Japón que él conoció, país en el que ese tema aún era tabú. Sólo él sabía
la verdad de la verdadera razón que lo llevó a la muerte.
La editorial Austral publicó
la correspondencia de Yasunari Kuwabata, Premio Nobel con Yukio Mishima que
lleva el título de “Correspondencia (1945-1970)”.
Su biografía fue escrita por
Shintaro Ishihara, la que en español se titula “El eclipse de Yukio Mishima”.
Yukio Mishima, el escritor que
tenía el don de la palabra escrita y el talento narrativo excepcional que ha
producido su extensa y rica obra, una de las más atrayentes de la literatura
nipona del siglo XX.