Gerard de Nerval |
Continuando con la serie de
“Escritores suicidas”, por el nexo trágico y común que tienen quienes
decidieron poner, un aciago día, el punto y final a sus vidas por un sinnúmero
de razones que no tienen todas que coincidir en cada suicida, aunque siempre es común
algunas en esa fatídica decisión motivada, a veces, por el desencanto, la soledad, olas adicciones;
o bien, los problemas personales, la frustración en sus carreras literarias y
esas otras razones íntimas y secretas que no se puede, muchas veces, adivinar
porque toda vida tiene siempre sus luces y sombras, y se puede ver las primeras
y solo intentar llegar a vislumbrar las segundas. Estas últimas son, precisamente, las que
determinan, en muchos casos, el destino de cada ser humano, aunque en el caso
de los suicidas, sea siempre una salida trágica de una vida que puede ser
dramática en la intimidad, aunque permanece oculta a las miradas de quienes,
después, se preguntan atónitos ¿por qué?
En esta ocasión, nos referimos
al escritor francés Gerard de Nerval, poeta que fue ignorado en su época y que
la posteridad lo ha consagrado como el principal poeta romántico en su lengua y
un precursor relevante de la poesía contemporánea
Gérard de Nerval
.
Gérard Labrunie, verdadero
nombre de Gerard de Nerval, nació en París, en 1808. Hijo de un médico, quedó huérfano
de madre muy tempranamente, con tan solo dos años de edad, motivo por el que
fue a vivir con su tío al pequeño pueblo de Mortefontaine, en los bosques de
Valois, cuya estancia en tan idílico lugar le inspiró sus obras Sylvie (1853) y Canciones y leyendas de Valois.
Regresó a París para vivir con
su padre cuando contaba seis años, pero sin dejar de visitar Valois en las
vacaciones. Cuando tenía catorce años marchó a París, ciudad en la que vivió de
manera bohemia.
Comenzó a estudiar Medicina,
pero abandonó dichos estudios. Siempre se sintió atraído por la literatura, por
lo que en 1827 comenzó a traducir la obra
Fausto de Goethe de forma muy personal y creativa, cuya labor le produjo
una fuerte impresión y, desde entonces, su traducción la prefirió al texto
original en alemán.
Por la traducción de Fausto, llego a conocer a los escritores como Goethe,
junto con Hoffmann y Heine -con este último inició una gran amistad y del que tradujo poemas-, que le
influyeron decisivamente. Conoció a Victor Hugo, asistió al estreno de Hernani, obra teatral de Víctor Hugo, estrenada en el Théâtre
Français de París, el 25 de febrero de 1830. En dicha obra, su autor narraba la
tragedia del bandido aragonés Hernani y su amante Doña Sol. En su estreno se
inició la “batalla” que se produjo entre los románticos y los clasicistas.
Gerard de Nerval fue uno de los organizadores de la célebre batalla. Dos años
después, participó en los motines de 1832 y, por ese motivo de escándalo público,
ingresó en prisión en dos ocasiones.
.
Realizó distintas actividades
como aprendiz de imprenta, ayudante de notario y otros. Incluso, llegó a escribir
varias obras dramáticas en colaboración con Alejandro Dumas, además de iniciar
una gran amistad con Théophile Gautier, autor con el que se reunía en el “club de los hachisianos” (club
de los adictos al hachís) y, también, se relacionaba con Víctor Hugo.
Al haber recibido una herencia
de 30.000 francos de oro, de su abuela materna, en 1834. El dinero recibido le
permitió viajar a Italia y, cuando volvió a París , en 1835, se instaló en
casa del pintor Camille Rogier, que reunía en sus salones el grupo de escritores
románticos. Fundó Monde dramatique (Mundo dramático), revista costosa
y de calidad en la que gastó todo su capital y lo dejó en la ruina, oir ki qye la vendió
en 1836. En esa época se le veía por los lugares públicos vestido como un dandy
y, como estaba muy interesado por el mundo del ocultismo, convirtió su casa en
un centro de reunión de personajes relacionados con dichas actividades
esotéricas.
Se trasladó a Bélgica con
Theophile Gautier durante tres meses. Al finalizar el año, comenzó sus actividades
periodísticas y firmó, por vez primera, como «Gérard de Nerval» en Le
Figaro, nombre que le inspiró una pequeña propiedad de su familia.
Escribió la ópera cómica Piquillo, en 1837, motivo por el que
conoció a la actriz y cantante Jenny Colon, de la que se enamoró
apasionadamente y de quien se convirtió en un rendido admirador. Ella le
inspiró el personaje que aparece en Sylvie, las primeras de las novelas
(nouvelles) que reunió en Las hijas del
fuego.Volvió a verla en 1840, dos años antes de la muerte de ella, lo que le
causó una gran conmoción.
En el verano de 1838 había
viajado por Europa y había llegado a Alemania, que era su destino más soñado,
junto a Dumas con quién firmó un contrato, y por Teófilo Gautier que había sido
compañero suyo desde la época del liceo. En noviembre de ese año conoció a la
pianista Marie Pleyel, en Viena que era discípula de Liszt
Los inicios de sus problemas
mentales se pusieron de manifiesto e 1841, cuando le detuvieron desnudo,
persiguiendo una estrella que, según decía, le guiaba hacia Oriente, lo que
motivó que estuviera internado en la clínica del doctor Blanche, primero de los
internamientos que se fueron sucediendo desde entonces, cuando comenzaron las
alucinaciones que le acompañaron hasta su muerte.
Al salir de la clínica, su
editor le adelantó dinero y con él pudo emprender el viaje a Oriente que era su
mayor deseo. Estuvo un año y regresó para escribir Escenas de la vida Oriental (1851), que constituye una obra maestra
del periodismo poético.
Posteriormente, tradujo a
Heine, a quien había conocido personalmente, y continuo sus viajes por varios países de Europa: Bélgica, Holanda,
Inglaterra y Alemania. En esa época ya había perdido su casa y no tenía
domicilio fijo y carecía de objetos personales y de dinero. Realizó su último
viaje a Alemania, país que le fascinaba, y publicó Las quimeras (1854), una serie de sonetos herméticos con los que
consiguió ser considerado el precursor de Mallarmé y del simbolismo, cuya obra
se convirtió en uno de los libros favoritos de los surrealistas más de
cincuenta años después.
Los últimos años de su vida
fueron los más prolíficos literariamente; aunque sufrió nuevos episodios
psicóticos y fue internado por ese motivo.
Su colección de novelas cortas fue publicada en 1854, con el título de Las hijas del fuego, que incluía el
relato Sylvie, anteriormente citado,
de estilo clásico y temática genuinamente romántica. Publicó Aurelia o el sueño y la vida, en 1855,
que mezclaba sueño y realidad y está considerada como una de las obras
precursoras de la literatura moderna.
Si embargo, la muerte esperaba
a Gerard de Nerval en el invierno de 1855. Un frío amanecer, un borracho
encontró el cadáver de Nerval cubierto de nieve en el callejón de La Vielle-Lanterna (La vieja farola)
ahorcado con su propio cinturón. Encontraron en sus bolsillos las últimas
páginas de Aurelia, considerada su
obra maestra, y que se publicaría póstumamente en ese mismo año, junto con las
excelentes crónicas de La bohemia
galante.
Ninguno de sus amigos aceptaba
la teoría del suicidio, a pesar de las evidencias que así lo demostraban, pues
afirmaban que Narval tenía proyectado un viaje a Grecia y que nadie se
ahorcaría con el sombrero puesto. Sin embargo, el fallecido había dejado a su
tía con la que vivía, una nota en la que le decía, en una evidente premonición
de que la muerte le esperaba en una cita que sabía ineludible: “No me esperes esta tarde, porque la noche
será negra y blanca”.
Tan negra como veía su propio
futuro acosado por sus demonios interiores, y blanca por la fría nieve y la luz
que, intuía, lo esperaba detrás del túnel, en el último tránsito a la otra
orilla de la que ya no hay retorno, ni sufrimiento, ni dolor.
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