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viernes, 31 de agosto de 2018

ALEJANDRA PIZARNIK

Alejandra Pizarnik

Alejandra Pizarnik, (Buenos Aires,1939 - id., 1972) poeta argentina, encuadrada en la corriente poética neosurrealista, en cuya obra se evidencia una rebeldía que llega hasta el más puro desaliento vital y tiene a la muerte como telón de fondo de sus obsesiones.

Nació en una familia de inmigrantes rusos que perdió su apellido real, Pozharnik, al tomar como residencia Argentina. Cursó estudios de filosofía que no finalizó. Comenzó su formación pictórica al lado del pintor surrealista Batlle Planas.

Su espíritu inquieto la llevó hasta París, ciudad en la que residió desde 1960 a 1964.Trabajó en la revista Cuadernos. Asímismo, hizo traducciones y críticas literarias, continuando sus estudios en la Universidad de La Sorbona. También, llegó a formar parte del comité de colaboradores extranjeros de Les Letres Nouvelles, al igual que de otras revistas europeas y latinoamericanas.


Fue durante su estancia en París cuando conoció y trabó amistad con el escritor Julio Cortázar, su compatriota, y con el escritor y poeta mexicano Octavio Paz, que fue el autor del prólogo de su poemario Árbol de Diana (1962)


Posteriormente, regresó a Argentina y allí publicó varias de sus obras más relevantes. Fue reconocida con la concesión de las veces Guggenheim (1969) y Fullbright (1971), en EE.UU., aunque no llegó a finalizarlas.

Sus primeros poemarios los publicó en los cincuenta, y fue entonces cuando fue considerada como una de las principales voces poéticas de su generación. Su obra representa una constante meditación de la palabra en sí misma. Como si cada vocablo se observara en su individualidad y en el conjunto con las otras palabras de cada verso, lo que no existía en la lírica argentina de su tiempo, a excepción de poetas como Roberto Juarroz y Alberto Girri. Todo ello se unía a su obsesión sobre el narcisismo de la propia identidad, esa autocontemplación del propio yo, y la profunda magia de la infancia que la atrapaba en ese lejano paraíso ya perdido. Todo lo cual, la convierte en una figura poética diferente y referencial.


Sin embargo, su madurez poética la consiguió a partir de la publicación de sus obras Árbol de Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965) y Extracción de la piedra de la locura(1968), etapa en la que consiguió encontrar su voz más personal y estilo propio; pero siempre inspirado por el automatismo surrealista y el deseo de expresar la más absoluta racionalidad.


De ese propósito estilístico es de donde surgen unos poemas en los que se advierten la ausencia de emoción y énfasis, casi llegando a la despersonalización; y, también, la falta deliberada de forma, como si se trataran de apuntes de un diario personal en los que escribe siempre dentro de un gran hermetismo, pero con alusiones implícitas en su expresión. Todo ello nunca la eximió de mostrar un tono, algunas veces, intenso, lúdico y lúbrico, y, en ocasiones, también se mostró con un cariz que oscila entre su actitud de absoluta libertad creativa, su propia individualidad a flor de piel, además de su talante fantasioso y soñador.

Su obra poética consta de siete poemarios La tierra más ajena (1955), La última inocencia (1956), Las aventuras perdidas (1958), Árbol de Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de locura (1968) y El infierno musical(1971). De ese mismo año también es su relato poemático La condesa sangrienta (1971).

Después de su muerte se publicaron varias ediciones de sus obras, entre las que se pueden citar como más relevantes: Textos de sombra y últimos poemas (1982), que contiene la obra teatral Los poseídos entre lilas, y la novela La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa. Igualmente, y de forma póstuma, se reeditó la compilación de sus textos en Obras completas (1994). Además, sus cartas fueron publicadas con el título Correspondencia (1998).
En los últimos años de su corta existencia, padeció una serie de crisis depresivas con varios intentos de suicidio. Poco antes de su muerte, fue internada en un centro psiquiátrico de Buenos Aires, ciudad en la que residía, Dicho internamiento y el tratamiento recibido en su estancia, no la pudieron salvar de sus demonios interiores. El 25 de septiembre de 1972, aprovechando un fin de semana que pasó en su domicilio, decidió suicidarse con una fuerte sobredosis de seconal sódico. Sólo tenía 36 años.




POEMAS DE ALEJANDRA PIZARNIK

Alejandra Pizarnik


DÍAS CONTRA EL ENSUEÑO

No querer blancos rodando
en planta movible.
No querer voces robando
semillosas arqueada aéreas.
No querer vivir mil oxígenos
nimias cruzadas al cielo.
No querer trasladar mi curva sin
encerar la hoja actual.
No querer vencer al imán
la alpargata se deshilacha.
No querer tocar abstractos
llegar a mi último pelo marrón.
No querer vencer colas blandas
los árboles sitúan las hojas.
No querer traer sin caos
portátiles vocablos.

HUMO

marcos rozados en callado hueso
agitan un cocktail humeante
miles de calorías desaparecen
ante la repicante austeridad
de los humos vistos de atrás
dos manos de trébol roto
casi enredan los dientes separados
y castigan las oscuras encías
bajo ruidos recibidos al segundo
los pelos ríen moviendo
las huellas de varios marcianos
cognac boudeaux-amarillento
rasca retretes sanguíneos
tres voces fonean tres besos
para mí para ti para mí
pescar la calandria eufórica
en chapas latosas
ascendente faena!

REMINISCENCIAS

y el tiempo estranguló mi estrella
cuatro números giran insidiosos
ennegreciendo las confituras
y el tiempo estranguló mi estrella
caminaba trillada sobre pozo oscuro
los brillos lloraban a mis verdores
y yo miraba y yo miraba
y el tiempo estranguló mi estrella
recordar tres rugidos de
tiernas montañas y radios oscuras
dos copas amarillas
dos gargantas raspadas
dos besos comunicantes de la visión de
una existencia a otra existencia
dos promesas gimientes de
tremendas locuacidades ajenas
dos promesas de no ser de sí ser de no ser
dos sueños jugando la ronda del sino en
derredor de un cosmos de
champagne amarillo blanquecino
dos miradas cerciorando la avidez de una
estrella chiquita
y el tiempo estranguló mi estrella
cuatro números ríen en volteretas desabridas
muere uno
nace uno
y el tiempo estranguló mi estrella
sones de nenúfares ardientes
desconectan mis futuras sombras
un vaho desconcertante rellena
mi soleado rincón
a sombra del sol tritura la
la esfinge de mi estrella
las promesas se coagulan
frente al signo de estrellas estranguladas
y el tiempo estranguló mi estrella
pero su esencia existirá
en mi intemporal interior
brilla esencia de mi estrella!

AGUA DE LUMBRE

Sí. Llueve...
el cielo gime montones desteñidos 
sombras mojadas recogen sus trozos
cavidades barrosas tremendas 
mezquinas gotas de agua sulfurada
si bien no sé cómo recojo las masas 
de ver si me agita la pálida lumbre tremendo 
espesor de perros y gatos 
las gotas siguen

SER INCOLORO

(al conejito que se
comía las uñas)

costura desclavada en mi caos humor diario 
repiqueo infinito arpa rayada cadáveres
 llorosos mar salino
tu opacidad quitará fuentes de verde jabón 
banderines colorados
en mano derecha de uñas comidas.


NEMO

no llegará lejos el día de raro verdor
en que cantaré a la luna odiada que da luz a mi espesa cabeza cortada 
                                                                                              a la navaja 
que da luz a los vientos brutales
a las flores agudas que arden en los dedos bajo las curitas benignas
a la estrella que se oculta cuando se la llama
a la lluvia húmeda contoneándose en su desnudez repulsiva
el sol amarillo que traspasa las pieles marcando oscuras huellas
el relojito enviado desde el infierno interruptor de los bellos sueños
a los mares helados arrastrando basuras olas cintillos dorados ardores
[en los ojos 


VAGAR EN LO OPACO

mis pupilas negras sin ineluctables chispitas
mis pupilas grandes polen lleno de abejas
mis pupilas redondas disco rayado
mis pupilas graves sin quiebro absoluto
mis pupilas rectas sin gesto innato
mis pupilas llenas pozo bien oliente
mis pupilas coloreadas agua definida
mis pupilas sensibles rigidez de lo desconocido
mis pupilas salientes callejón preciso
mis pupilas terrestres remedos cielinos
mis pupilas oscuras piedras caídas

domingo, 29 de abril de 2018

GERARD DE NERVAL

Gerard de Nerval




Continuando con la serie de “Escritores suicidas”, por el nexo trágico y común que tienen quienes decidieron poner, un aciago día, el punto y final a sus vidas por un sinnúmero de razones que no tienen todas que coincidir en cada suicida, aunque siempre es común algunas en esa fatídica decisión motivada, a veces,  por el desencanto, la soledad,  olas adicciones; o bien, los problemas personales, la frustración en sus carreras literarias y esas otras razones íntimas y secretas que no se puede, muchas veces, adivinar porque toda vida tiene siempre sus luces y sombras, y se puede ver las primeras y solo intentar llegar a vislumbrar las segundas.  Estas últimas son, precisamente, las que determinan, en muchos casos, el destino de cada ser humano, aunque en el caso de los suicidas, sea siempre una salida trágica de una vida que puede ser dramática en la intimidad, aunque permanece oculta a las miradas de quienes, después, se preguntan atónitos ¿por qué?

En esta ocasión, nos referimos al escritor francés Gerard de Nerval, poeta que fue ignorado en su época y que la posteridad lo ha consagrado como el principal poeta romántico en su lengua y un precursor relevante de la poesía contemporánea

Gérard de Nerval                
                                                                                             .
Gérard Labrunie, verdadero nombre de Gerard de Nerval, nació en París, en 1808. Hijo de un médico, quedó huérfano de madre muy tempranamente, con tan solo dos años de edad, motivo por el que fue a vivir con su tío al pequeño pueblo de Mortefontaine, en los bosques de Valois, cuya estancia en tan idílico lugar le inspiró sus obras Sylvie (1853) y Canciones y leyendas de Valois.  

Regresó a París para vivir con su padre cuando contaba seis años, pero sin dejar de visitar Valois en las vacaciones. Cuando tenía catorce años marchó a París, ciudad en la que vivió de manera bohemia.

Comenzó a estudiar Medicina, pero abandonó dichos estudios. Siempre se sintió atraído por la literatura, por lo que en 1827 comenzó a traducir la obra Fausto de Goethe de forma muy personal y creativa, cuya labor le produjo una fuerte impresión y, desde entonces, su traducción la prefirió al texto original en alemán.

Por la traducción de Fausto, llego a conocer a los escritores como Goethe, junto con Hoffmann y Heine -con este último inició una gran amistad y del que tradujo poemas-, que le influyeron decisivamente. Conoció a Victor Hugo, asistió al estreno de Hernani, obra teatral de Víctor Hugo, estrenada en el Théâtre Français de París, el 25 de febrero de 1830. En dicha obra, su autor narraba la tragedia del bandido aragonés Hernani y su amante Doña Sol. En su estreno se inició la “batalla” que se produjo entre los románticos y los clasicistas. Gerard de Nerval fue uno de los organizadores de la célebre batalla. Dos años después, participó en los motines de 1832 y, por ese motivo de  escándalo público, ingresó en prisión en dos ocasiones.
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Realizó distintas actividades como aprendiz de imprenta, ayudante de notario y otros. Incluso, llegó a escribir varias obras dramáticas en colaboración con Alejandro Dumas, además de iniciar una gran amistad con Théophile Gautier, autor con el  que se reunía en el “club de los hachisianos” (club de los adictos al hachís)  y,  también,  se relacionaba con  Víctor Hugo.

Al haber recibido una herencia de 30.000 francos de oro, de su abuela materna, en 1834. El dinero recibido le permitió viajar a Italia y, cuando volvió a París , en 1835, se instaló en casa del pintor Camille Rogier, que reunía en sus salones el grupo de escritores románticos. Fundó Monde dramatique (Mundo dramático), revista costosa y de calidad en la que gastó todo su capital y lo dejó en la ruina, oir ki qye la vendió en 1836. En esa época se le veía por los lugares públicos vestido como un dandy y, como estaba muy interesado por el mundo del ocultismo, convirtió su casa en un centro de reunión de personajes relacionados con dichas actividades esotéricas.

Se trasladó a Bélgica con Theophile Gautier durante tres meses. Al finalizar el año, comenzó sus actividades periodísticas y firmó, por vez primera, como «Gérard de Nerval» en Le Figaro, nombre que le inspiró una pequeña propiedad de su familia.

Escribió la ópera cómica Piquillo, en 1837, motivo por el que conoció a la actriz y cantante Jenny Colon, de la que se enamoró apasionadamente y de quien se convirtió en un rendido admirador. Ella le inspiró  el personaje que aparece en Sylvie, las primeras de las novelas (nouvelles) que reunió en Las hijas del fuego.Volvió a verla en 1840, dos años antes de la muerte de ella, lo que le causó una gran conmoción.

En el verano de 1838 había viajado por Europa y había llegado a Alemania, que era su destino más soñado, junto a Dumas con quién firmó un contrato, y por Teófilo Gautier que había sido compañero suyo desde la época del liceo. En noviembre de ese año conoció a la pianista Marie Pleyel, en Viena que era discípula de Liszt

Los inicios de sus problemas mentales se pusieron de manifiesto e 1841, cuando le detuvieron desnudo, persiguiendo una estrella que, según decía, le guiaba hacia Oriente, lo que motivó que estuviera internado en la clínica del doctor Blanche, primero de los internamientos que se fueron sucediendo desde entonces, cuando comenzaron las alucinaciones que le acompañaron hasta su muerte.

Al salir de la clínica, su editor le adelantó dinero y con él pudo emprender el viaje a Oriente que era su mayor deseo. Estuvo un año y regresó para escribir Escenas de la vida Oriental (1851), que constituye una obra maestra del periodismo poético.

Posteriormente, tradujo a Heine, a quien había conocido personalmente, y  continuo sus viajes por  varios países de Europa: Bélgica, Holanda, Inglaterra y Alemania. En esa época ya había perdido su casa y no tenía domicilio fijo y carecía de objetos personales y de dinero. Realizó su último viaje a Alemania, país que le fascinaba, y publicó Las quimeras (1854), una serie de sonetos herméticos con los que consiguió ser considerado el precursor de Mallarmé y del simbolismo, cuya obra se convirtió en uno de los libros favoritos de los surrealistas más de cincuenta años después.

Los últimos años de su vida fueron los más prolíficos literariamente; aunque sufrió nuevos episodios psicóticos y fue internado por ese motivo.  Su colección de novelas cortas fue publicada en 1854, con el título de Las hijas del fuego, que incluía el relato Sylvie, anteriormente citado, de estilo clásico y temática genuinamente romántica. Publicó Aurelia o el sueño y la vida, en 1855, que mezclaba sueño y realidad y está considerada como una de las obras precursoras de la literatura moderna.

Si embargo, la muerte esperaba a Gerard de Nerval en el invierno de 1855. Un frío amanecer, un borracho encontró el cadáver de Nerval cubierto de nieve en el callejón de La Vielle-Lanterna (La vieja farola) ahorcado con su propio cinturón. Encontraron en sus bolsillos las últimas páginas de Aurelia, considerada su obra maestra, y que se publicaría póstumamente en ese mismo año, junto con las excelentes crónicas de La bohemia galante.

Ninguno de sus amigos aceptaba la teoría del suicidio, a pesar de las evidencias que así lo demostraban, pues afirmaban que Narval tenía proyectado un viaje a Grecia y que nadie se ahorcaría con el sombrero puesto. Sin embargo, el fallecido había dejado a su tía con la que vivía, una nota en la que le decía, en una evidente premonición de que la muerte le esperaba en una cita que sabía ineludible: “No me esperes esta tarde, porque la noche será negra y blanca”.

Tan negra como veía su propio futuro acosado por sus demonios interiores, y blanca por la fría nieve y la luz que, intuía, lo esperaba detrás del túnel, en el último tránsito a la otra orilla de la que ya no hay retorno, ni sufrimiento, ni dolor.